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Después de ver corriendo a mucha gente detrás de la seguridad, huyendo de la tenebrosa posibilidad de ser diferentes, camino por donde el paso se ha cerrado, por donde solo quedan retazos de los cuerpos de los soñadores que me engendraron, en estos momentos ya no queda nada mas que las viejas paginas corroídas de los libros que narran historias de los tiempos pasados; de pronto el sabor de la sangre recorre mi lengua cuando me acerco a las ruinas de aquellos monumentos a las perfectas leyes que irónicamente perfumaron el fin de humanidad.

Ahora que me encuentro sobre la roca más grande que antes fue un muro del centro de la ciudad, miro este gran cementerio de edificios derribados por los cañones de la pobreza y bombardeados sin piedad por la prepotencia de los poderosos “los ricos”, me doy cuenta de los caramelos que se repartieron por el mundo llevándonos a vivir en un cuento de chocolate que tarde o temprano nos iba a empalagar, todo empezó así:
“Se inventaron a dios y nos obligaron a amarlo,
Se inventaron el destino y nos impusieron el futuro,
Se inventaron los Derechos Humanos y nos impusieron la justicia,
Se inventaron el terrorismo y nos condenaron al resentimiento,
Se inventaron la paz y nos impusieron la verdad”

En este corto momento me encuentro en una cueva hecha de los metales retorcidos de los autos y tanques que quedaron después de la devastación; es seguro que todo esto fue lo que le dio el peso insoportable al progreso de las economías y los libre mercados, mientras mas nos inundábamos de procedimientos, de orgullos consentidos por las carreteras, de la ambición de controlarlo todo hasta el clima, simplemente nos ahogamos en el deseo de ser perfectos y nos olvidamos de lo mas importante, de lo que quizá ya no habrá mas, porque desechamos desde hace cientos de años nuestra naturaleza, somos humanos, y la reemplazamos por el encantador camino fácil de la democracia.

Soy un sobreviviente de la tercera guerra mundial, no se si quedaran mas personas además de mi, el caso es que llevo recorriendo los tantos continentes que el hombre conoció durante casi 60 años y escribo esto no para que me recuerden si es que hay alguien mas vivo en esta tierra que logre leerlo, si no para quede conclusa la vida del hombre, porque este es el testamento de la humanidad que le deja al mundo 15 huecos nucleares y unas enormes nubes que anuncian mutaciones a la vida.

Por: Apóstol

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