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Gracias al compañero BACO por este articulo.


ESTADO, PROTESTA Y LEGITIMIDAD

Algunas consideraciones sobre la teoría del Estado

y las implicaciones de la protesta


“El medio decisivo de la política es la violencia”

Max Weber[1]

Introducción


Uno de los caminos para pensar el tema de la protesta social y poder calificar si es “buena”, “mala”, “legítima” o “ilegítima” sería a través de los fundamentos en los que está soportada la teoría del Estado y la “naturaleza” de lo político, por lo tanto, el presente texto es un intento de aproximación a este fenómeno social desde el enfoque de la teoría del Estado. En primer lugar, me remontaré brevemente a algunas nociones de Hobbes (naturaleza humana y entrega de la fuerza individual al Leviatán) y de Max Weber (Estado y ejercicio de la violencia legítima) para intentar comprender los patrones conductuales del Estado. Posteriormente, sostendré la tesis de Víctor Moncayo de que el Estado moderno se ha transformado y que por lo tanto ya no se rige por los principios en los que fue engendrado[2]. Y por último, expondré algunas reflexiones y acotaciones puntuales sobre la actualidad de las dinámicas de protesta en el contexto específico de la Universidad del Valle para aterrizar y analizar en un plano pragmático la argumentación enunciada.


Cabe destacar que el objetivo principal de este escrito es intentar dibujar el entramado de complejidad que encierra la protesta social a nivel de lo político, para mostrar que dicha dinámica no puede ser tomada, calificada, rotulada, encasillada y estigmatizada a la ligera.


1. Sobre el Leviatán


Pensemos la condición del hombre desde la perspectiva Hobbesiana, en la que el hombre en su estado natural es antisocial por naturaleza y sólo se mueve por el deseo y el temor. Su primera ley natural, que es la autoconservación, lo induce a imponerse sobre los demás, de donde se deriva una situación de permanente conflicto: «la guerra de todos contra todos», en la que «homus hominis lupus» el hombre es un lobo para el hombre, es la razón dominante. Entonces, para poder construir una sociedad es necesario que cada individuo renuncie a una parte de sus deseos y llegue a un acuerdo mutuo de no aniquilación con los demás. Se trata de establecer un «contrato social», de transferir los derechos que el hombre posee naturalmente sobre todas las cosas en favor de un soberano dotado de derechos ilimitados, el Estado. Éste controlador, monarca absoluto, cuya soberanía no reside en el derecho divino sino en los derechos transferidos, sería el único capaz de hacer respetar el contrato social y garantizar, así, el orden y la paz, ejerciendo el monopolio de la violencia “legítima”, que desaparecería de este modo de la relación entre individuos. Así, cada uno de nosotros habría renunciado a su capacidad de ejercer la violencia contra otro, en la medida en que le ha otorgado el poder a ese ser supremo, el Estado. Es como si hubiésemos puesto toda nuestra confianza en esa ficción humana, asumiendo que es una institución justa e infalible, y que siempre estaría a nuestro favor, pero a la vez es como si la hubiésemos dotado de una independencia particular que la hiciese “impermeable” a lo que le deparaba el porvenir (el neoliberalismo, la globalización). Habría que retomar los fundamentos Weberianos y tener en cuenta que “El Estado, como todas las asociaciones políticas que históricamente lo han precedido, es una relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítima”, [3] de ahí que habría que pensar a fondo cuales son las bases que constituyen esta institución social para analizar las consecuencias que se derivan de dicho pacto.


Según Víctor Moncayo el Estado no es simplemente un producto del pensamiento, de la racionalidad humana, ni tampoco una esencia suprahistórica omnipresente, sino una abstracción real que nuestras acciones como sujetos dominados por las relaciones del orden burgués han construido y reproducen en forma permanente[4] De ahí que este autor lo asocie directamente con los orígenes del capitalismo. Capitalismo-Estado, Estado-capitalismo: relación primigenia a tener en cuenta, relación decisiva de un futuro conflictivo en el que la relación de dominantes-dominados jugará un rol fundamental.


La cuestión a tratar es que la institución estatal ya fue constituida e instituida y que nos regimos a través de ella y sus supuestos, de ahí que tengamos que asumir consideraciones tales como que “el medio decisivo de la política es la violencia”[5] según Weber. Por lo tanto, aquel ser al que le dimos el poder para que rigiera nuestras vidas y también el derecho para que nos reprimiera a través de la violencia, hoy se viene en contra nuestra, en contra de la sociedad civil, habiendo vendido su ética a los intereses del mercado y legislando en pro de los intereses de unos cuantos y no de las inmensas mayorías. Él, a pesar de todo sigue poseyendo un poder que le dimos, y que hoy nos afecta, metáfora de la creación de Víctor Franquestain. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo volver a obtener nuestro poder de decisión sin destruir esa institución que nos regula, pero a la vez sin ser reprimidos y victimas de su violencia “legitima”?


Desde el punto de vista de lo político es imposible pensar el Estado sin el uso de la violencia, como dice Weber: “La violencia no es, naturalmente, ni el medio normal ni el único medio de que el Estado se vale, pero si es su medio específico.” [6] en otros términos, tendríamos que pensar si es posible el Estado sin el uso de la violencia ¿será que alguien obedecerá las leyes sin el temor a la reprimenda? Entonces, la solución no está en derrocar al Leviatán, tal vez está en intentar volverlo al cumplimiento de sus funciones básicas, pero si el problema es de fondo como dice Moncayo: “el Estado no es un interviniente externo en la relación de extorsión o de explotación, que seguiría situado de manera exclusiva en el mundo económico, en el reino soberano de las mercancías, sino una realidad material copresente y necesaria para la dominación. Se podrá así comprender que es, gracias a su presentación separada, independiente y autónoma, como el Estado es parte nuclear y constitutiva de la relación de dominación capitalista.”[7] Y entonces ¿qué hacer si todo está mal desde el origen? Descarga completo