Imagen
Imagen
Imagen
Imagen
Imagen


Lo divino y lo humano

¿Ministra de Educación?

Por: Lisandro Duque Naranjo

ESCUCHÉ A LA MINISTRA DE EDUCAción, Cecilia María Vélez, decir por la W, antes de tirar el teléfono cortando displicentemente la entrevista, que “el (reelegido) rector de la Universidad Industrial de Santander, Jaime Alberto Camacho Pico, ha cumplido una buena gestión”, motivo por el cual el Gobierno apoya su continuidad en el cargo.

Esta decisión coincide con el momento en que el rector Camacho Pico fue pillado en una grabación telefónica de hace dos años que lo vincula con un “plan pistola”, en alianza con “las ‘Águilas Negras’ ”, contra profesores y estudiantes de esa universidad “que anden en pasos de izquierda”.


Es la segunda vez que le oigo a la Ministra estar satisfecha con rectores universitarios, sin importarle que éstos tengan compadrazgos con bandidos. Hace pocos años elogió también “la buena gestión” del entonces rector de la Universidad de Córdoba, quien llenó con fichas de Mancuso los cargos administrativos y académicos del Alma Máter monteriana. El dominio ‘paraco’ en esa Universidad —que ignoro cómo esté ahora— fue el corone burocrático de 15 años de las Auc eliminando profesores y alumnos por el solo hecho de que miraban feo, o hablaban duro, o eran de izquierda. Pero como al que no quiere una se le dan dos tazas, la doctora Vélez está contenta con la reelección del rector Camacho Pico en la UIS. Demasiada frescura y dejadez la suya respecto a posibles reincidencias de tan oscuro personaje. O aunque no incurriera en ellas: a una ministra de Educación le debiera bastar ese pasado en cualquier ser humano para omitirlo como directivo de juventudes. En realidad la señora, por su ceño y estilo, da la sensación de ejercer ese ministerio por mero accidente, y que fuera más bien el de Defensa, o la dirección del DAS, lo que de verdad le dictara, pues la inteligencia que se imparte en esos antros es la que le da la talla. Aún así, le recuerdo que hay cargos —el suyo verbigracia— en los que hay que disimular más que en otros el desdén por la vida de los demás, en este caso estudiantes.


Cada vez me pesa menos la mano para escribir que las “buenas gestiones” que la Ministra les atribuye a esos rectores consisten justamente en las conductas delincuenciales que al final terminarán probándoseles. Ella es una mujer de la guerra, sin duda. En todo caso me parece un imposible moral que a personas de trayectoria tan reprobable las considere dignas de absolución, o del beneficio de una duda excesiva, sólo porque son competentes en lo administrativo, construyen aulas, amplían cupos y disminuyen costos de funcionamiento. Eso no me rima. De hecho no me olvido de una frase tenaz que le escuché a una matrona paisa, hace muchos años en mi pueblo, cuando hablábamos de un tipo que ya tenía cuatro muertos encima: “Asesino sí es ese hombre, pero como hijo es una maravilla. Hay que ver esa casa que le compró a la mamá”. No llegaré yo a la ortodoxia ética de Gandhi, pero no sobra citar una sentencia suya: “Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible”.


Aprovecho lo del todo indivisible para exonerar de incoherencia a la funcionaria aludida: su jefe, el Presidente, todavía no se desdice de su frase “es un buen muchacho”, pronunciada a propósito del forajido Jorge Noguera. Ni de muchas más expresadas sobre una cantidad de amigazos que ya están tras las rejas. De modo que ahí la van, doctora.


Me sube el ánimo la certeza de que los estudiantes de la UIS no van a aguantarse esa conspiración, diseñada en vísperas de vacaciones, o anticipándolas, cosa que al retornar a clases ya la marea del repudio a ese rector se haya disipado. Pero esa muchachada no es tan pinga. La UIS exhala en su campus un vaho como de revuelta que terminará venciendo a la cómplice Ministra manizaleña, al ominoso caballista antioqueño, a ese rector que deshonró su claustro y a esas águilas de pacotilla que lo que quieren es meter miedo.


ELESPECTADOR.COM